
Salta a la vista que una sonrisa con los dientes alineados es uno de los rasgos más importantes en la apariencia facial. Las personas consideradas socialmente más atractivas tienden a contar con sonrisas amplias y dentaduras alineadas, mientras que exponer un paladar estrecho y/o con apiñamiento dental daña significativamente no solo la estética de la persona sino, sobre todo, su salud.
Según la teoría que exponen en este vídeo de la cuenta @esculpetudesarrollo, nuestros ancestros contaban con dientes alineados con normalidad, exponiendo arcos dentales amplios y una sana alineación de los terceros molares o muelas del juicio sin ir al dentista ni usar ortodoncia. ¿Cuál era el motivo?
Diferentes investigaciones arqueológicas han concluido que el estilo de vida de las civilizaciones cazadoras-recolectoras era suficiente para presentar cráneos robustos y sonrisas de Hollywood. Según un estudio publicado en 2013, los arqueólogos aseguraron no haberse topado con cráneos con dientes torcidos ni signos de maloclusión en la muestra analizada, dato que contrasta con el hecho de que, actualmente más del 80% de la población mundial presenta algún grado de apiñamiento dental y los tratamientos de ortodoncia se encuentran en constante crecimiento ya que solo un 5% cuenta con alineaciones dentales ideales.
Por su parte, el ortodoncista canadiense Weston Price (1879-1948) también realizó múltiples análisis de diferentes sociedades para comprender la raíz del problema, visitando a muchas tribus nativas a lo largo del mundo y comparando los arcos dentales de estas personas con las de sociedades industriales avanzadas. La conclusión fue similar, los nativos presentaban dientes alineados y sonrisas amplias sin necesidad de acudir a una clínica dental, frente a las mandíbulas pequeñas y los dientes torcidos de los habitantes de entornos modernos.
De hecho, el ser humano es el único mamífero que desarrolla estos dientes torcidos entre las más de 4.000 especies que existen, un contraste abrupto que corrobora que no puede haber sido provocado por la evolución ni estar relacionado con la genética. Los alimentos que se consumían en el pasado (desde extremidades de animales hasta frutos o semillas sin refinar o cocinar) requerían de una ardua masticación a lo largo del día. Asimismo, no existían alimentos con altas calorías ni comida procesada por lo que el trabajo oral necesario para alcanzar una ingesta diaria era mucho mayor. De hecho, masticaban entre dos y seis horas diarias frente a la media actual de 30 minutos, teniendo en cuenta que se trata además de comida carente de micronutrientes y con baja resistencia masticatoria (pan, arroz, pastas…), lo que impacta en el desarrollo dentofacial y la prominencia del rostro.
Estas conclusión también se ha comprobado en otras especies animales. En un estudio publicado en 1983 los investigadores criaron a 43 monos ardilla con comidas tradicionales por un lado y comidas alteradas por otro. Los primates alimentados únicamente con comidas blandas presentaron apiñamiento dental, mandíbulas pequeñas y arcos dentales estrechos mientas que el resto no experimentó cambio alguno.
Por lo tanto, uno de los factores más influyentes en el desarrollo dental, incluso el más importante, es la masticación y el uso del aparato oral. El constante entrenamiento de la mandíbula y la masticación ayudan a un mejor desarrollo óseo de todo el rostro permitiendo que los dientes tengan mayor espacio para alinearse al expandirse los arcos dentales. Como la mayoría de personas no mastica lo suficiente las mandíbulas no crecen y los dientes deben pelear por espacio dando lugar al apiñamiento. Para evitarlo, los expertos recomiendan una alimentación tradicional que contenga la menor cantidad de procesos industriales y químicos y que la ingesta sea variada, rica en minerales y vitaminas y de alta resistencia masticatoria.
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