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EL BLOG DE LA CLÍNICA

Peligrosos tratamientos de belleza que causaban hasta la pérdida de dientes

  • Foto del escritor: Doctora Rodríguez Muñoz
    Doctora Rodríguez Muñoz
  • hace 23 horas
  • 3 Min. de lectura
Plomo para piel blanca

Con el objetivo de embellecer la piel, a lo largo de la historia, se han utilizado peligrosos tratamientos que causaban en sus usuarios numerosos problemas de salud, también bucodentales.


En el antiguo Egipto, hombres y mujeres se pintaban los ojos de negro y verde para enmarcar su mirada con el famoso kohl —delineador negro intenso— y otros polvos que contenían sales de plomo. También mezclaban este plomo en polvos, cremas y pigmentos durante el Imperio Romano en busca de esa piel blanca “perfecta” que definía su estatus social. Sin embargo, incluso el cronista Plinio el Viejo advirtió en su ‘Historia natural’ de que su ingesta era tóxica y quienes estaban expuestos a él corrían serios riesgos.


Pero si alguien ensalzó la palidez extrema como sinónimo de nobleza, pureza y poder fue la reina Isabel I de Inglaterra en el siglo XVI, poniendo de moda un maquillaje espeso de cerusa veneciana, un polvo blanco elaborado con vinagre y plomo, con el que cubría sus cicatrices y conseguía un rostro extremadamente blanco. Se pintaba, a su vez, los labios de rojo intenso con un pigmento con mercurio, un ritual diario que le carcomía las mejillas, corroía sus encías y ennegrecía sus dientes, haciéndola perder pelo y sufrir insomnio y depresión, confusión. Murió a los 69 años encerrada en su habitación con todos los síntomas de una intoxicación crónica por metales pesados pero, eso sí, con una piel “de porcelana”. Aunque por aquel entonces ya se sabía que el plomo dañaba la piel y lo llamaban “la peste blanca”, la belleza mandaba, y hasta 1634 este maquillaje no fue oficialmente considerado venenoso.


arsénico para salud

También otro metal muy tóxico como el arsénico tuvo su mercado, incluyéndolo en cremas depilatorias, jabones, tintes para el cabello e incluso en pastillas “de belleza” que se ingerían para aclarar la piel en la Francia de los siglos XVIII y XIX y a finales del siglo XIX en Estados Unidos. En la etiqueta de estos productos se advertía de que eran "Píldoras con Arsénico para la Complexión" sabiéndose que este era venenoso.



Por su parte, las cremas de mercurio, recomendadas desde la Edad Media, causaron daños neurológicos y orgánicos antes de ser prohibidas. Prometían borrar manchas de la piel en cremas y ungüentos mezclados con grasas animales pero causando temblores, úlceras, irritabilidad, pérdida de memoria y dañando en general al sistema nervioso.


En las primeras décadas del siglo XX el radio llenó los armarios de baño de polvos, cremas, maquillajes y lápices de labios que prometían un “brillo especial”. También estaba presente en la pasta de dientes, ensalzando sus propiedades blanqueadoras, y como remedio contra otros males (ver Cuando estuvo de moda una pasta de dientes radioactiva). De hecho, la solución “Radium Radia”, por ejemplo, se vendía en 1906 para aliviar los síntomas del “reumatismo, ciática, lumbago, esguinces, hematomas y neuralgias” sin ser conscientes de su peligrosidad ya que causaba necrosis en la mandíbula, caída de dientes, colapso de órganos y pérdida ósea.


Hasta el avance de la investigación médica y la consiguiente modificación de las prácticas de la industria farmacéutica bajo las exigencias de los mecanismos de control actuales, se llegaron a utilizar insectos como el escarabajo “blister beetle” que excreta cantharidina  —un compuesto tóxico que provoca enrojecimiento y ampollas al contacto con la piel—, tetracloruro de carbono como disolvente y limpiador y derivados del petróleo en tratamientos capilares, provocando accidentes mortales y graves intoxicaciones en los salones de belleza.


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