Aunque no existían las pastas dentríficas ni el hilo dental, los habitantes de Pompeya tenían unas dentaduras sanas, sin caries. Esta ciudad de la Antigua Roma, de unos 15.0000 vecinos, fue enterrada viva por la erupción del volcán Vesubio el año 79 d.C. y descubierta en el siglo XVI, aunque hasta el XVIII no comenzaron las excavaciones. A finales del XIX, gracias a la técnica inventada por el arqueólogo Giuseppe Fiorelli, que rellenó con yeso los espacios vacíos que dejaron los cuerpos de las víctimas dentro de las cenizas petrificadas, preservando así los esqueletos, los científicos desarrollaron numerosos estudios que revelaron datos fundamentales para conocer la vida de los romanos.
Desde la antigüedad, los exámenes de los dientes han sido fundamentales para identificar a las personas y en la historia de la medicina legal son numerosos los casos de reconocimiento por la dentadura con un 25% de fiabilidad. En la actualidad, gracias a los análisis mediante TAC (tomografía axial computerizada) esta se ha ampliado al 90%.
En el caso de los pompeyanos, las primeras revelaciones tras analizar 30 calcos de las víctimas apuntaron a que el mismo volcán que les extinguió les ayudó durante mucho tiempo a mantener una buena salud dental. ¿Cómo? Los investigadores señalaron que los suelos ricos en flúor —elemento químico utilizado habitualmente en las pastas dentales—, que se filtraba en el agua de la zona, prevenía las caries en sus consumidores. Pero no fue lo único. Los residuos orgánicos presentes en las alcantarillas de lo que habría sido la zona comercial de la ciudad también constituyeron una fuente de información clave.
Según los análisis, los habitantes de la antigua Pompeya practicaron lo que ahora llamamos la dieta mediterránea, a base de alimentos obtenidos de sus mismas tierras, como verduras, frutas, legumbres y cereales. También consumían proteína proveniente de los huevos y de la pesca local, como mariscos, con algunos agregados de pescados y carnes exóticas como de jirafa y de flamenco. Lo más importante es que era una alimentación muy baja en azúcares, lo que explica la dentadura casi perfecta de sus ciudadanos.
Y es que, según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la casi ausencia de ingesta de azúcar por parte de la población es la clave para una dentadura sana. Por ello, esta entidad viene advirtiendo del peligroso consumo generalizado de dulces y de que la comida actual contiene azúcares escondidos en todos los alimentos procesados que dominan nuestra dieta y estropean los dientes, además de provocar otras patologías como la obesidad, la diabetes y las enfermedades cardiovasculares.
Gracias al hallazgo de una botica, crucial para el poder romano, donde se guardaban los ungüentos curativos, los investigadores concluyeron que los pompeyanos cuidaban su higiene bucal limpiándose los dientes con palos deshilachados y polvos abrasivos elaborados moliendo conchas marinas, piedra pómez y cascos, un método que complementaban con el uso y consumo del agua fluorada que ya hemos citado. Eso sí, este exceso de flúor en las aguas de los manantiales también les debilitó los huesos, por lo que algunas zonas de sus mandíbulas se encontraban particularmente consumidas, ya que eran dados a romper o cortar objetos con la boca.
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