En tiempos de conflicto, la propaganda es una de las principales “armas” con las que se ha contado desde la antigüedad, tanto para animar a las propias tropas como para el desaliento del enemigo. Fue en la I Guerra Mundial cuando adquirió mayor relevancia a nivel social para generar entre la población una actitud a favor del belicismo que justificara la implicación de los gobiernos. Las soflamas se han repetido en todas las contiendas desde entonces, tanto en la II Guerra Civil Española, como en la II Guerra Mundial, en las de Vietnam y Corea, en la Guerra del Golfo y en la invasión de Iraq.
Cualquier tema es válido en esta lucha psicológica para generar sentimientos y emociones en la población que se traduzcan en acciones, siendo por tanto esta publicidad un reflejo de los valores predominantes de la época en la que se desarrolló cada conflicto.
La obsesión estadounidense con la salud dental no comenzó hasta después de la II Guerra Mundial, siendo estos soldados los que llevaron las "sonrisas perfectas" a EE.UU. trasladando el concepto de mantener los dientes limpios. Por su parte, las autoridades soviéticas, que regulaban todas las esferas de la vida de sus ciudadanos, se preocupaba por su salud ya que si no eran fuertes y sanos no podrían ser unos proletarios productivos. Tras el deporte, la limpieza bucal era uno de los consejos repetidos con mayor frecuencia pues la mayoría de los rusos no estaban acostumbrados a ello, especialmente los campesinos. Por ello empezaron a anunciar polvo y pasta dental y obligaban a los niños a cepillarse los dientes. Asimismo, concienciaban a los adultos de lo peligroso que podía ser el dolor de muelas y advertían de los peligros de no acudir al dentista, como sufrir incluso enfermedades cardíacas.
Los dientes, un arma política pero también real
Tanto caló el mensaje que cepillarse los dientes se convirtió en un acto político durante el periodo denominado la Guerra Fría. La propaganda oficial de Estados Unidos decía que la buena salud dental era la manera ideal de demostrar la superioridad sobre los bolcheviques, mientras que la Unión Soviética invitaba a sus ciudadanos a cepillarse los dientes por la madre patria.
Pero además de un arma de propaganda, los dientes también fueron un arma real, sin nada que envidiar a las películas de espías. El año pasado, se descubrió que existió el falso diente de cianuro habitual de esta filmografía pues se encontraba entre los objetos del servicio secreto soviético (KGB) que se subastaron en Estados Unidos, alcanzando un valor de entre 800 y 1.000 dólares. Esta pieza fue diseñada para romperse cuando se muerde de cierta manera, de modo que los agentes capturados pudieran quitarse la vida para evitar ser torturados y entregar información comprometedora.
Fuentes: Russia Beyond y Clarín
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