El zar ruso fundador de la ciudad de San Petersburgo, Pedro I ‘El Grande’ (1672-1725), fue un humanista con gran afán de modernidad y conocimiento que llegó a dominar hasta 14 oficios. Entre sus pasiones se encontraban la imprenta, la jardinería, la medicina, la astronomía, la carpintería naval, las armas, la pintura y también la extracción de piezas dentales, ejerciendo esta afición con sus cortesanos y sirvientes, gracias a los que completó una colección de 400 dientes humanos, por lo que muchos se referían a él como el “Zar Dentista”.
Su fascinación por las rarezas le llevó incluso a inaugurar en 1714 un “Gabinete de Curiosidades”, hoy Museo Kunstkamera (también conocido como “el Museo de los Horrores”) en el que se pueden ver artefactos, animales exóticos, rarezas anatómicas humanas y, por supuesto, dientes y dentaduras. Tal era su afán por reunir estos elementos que a través de un decreto imperial ordenó a los gobernadores de las provincias rusas buscar y enviar a San Petersburgo los fenómenos, hombres o animales, vivos o muertos, que se encontraran en sus territorios, para que el zar los examinara y conservara. De la misma forma, los directores de los hospitales de San Petersburgo tenían orden de informar al zar cuando tuvieran que hacer una operación, sin importar la hora y el lugar.
Pero este zar también fue un gran reformista pues permitió que las mujeres dejasen de cubrir su rostro e hicieran vida social e impuso a los nobles la lectura de un libro que enseñaba las normas más elementales de educación, entre ellas, no utilizar la punta del cuchillo para limpiarse los dientes ni tampoco el dedo índice para hacer lo mismo con la nariz. Además, a imitación de los europeos favoreció la instrucción pública y creó los primeros institutos superiores, como la Escuela Politécnica y la Academia de Ciencias de San Petersburgo.
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